jueves, 12 de junio de 2014

Noticia publicada en Voces

Minería militarizada en las fronteras entre Honduras y El Salvador

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El sacerdote Gilberto Robles señala al río Sumpul que es amenazado por la minería transfronteriza con Honduras. /Fotos: Alfredo Carías
Alfredo Carías
En los límites fronterizos entre El Salvador y Honduras se han observado una fuerte y constante presencia militar de soldados hondureños que se desconocen sus verdaderos motivos de su movilización hasta la zona. Esto ha despertado la alarma entre los pobladores de comunidades en el departamento de Chalatenango que es una de la zona colindante con Honduras.
Esta inquietud surge durante una visita que realizan representantes del Equipo de Servicio de Comunidades de Base (SERCOBA) que fueron acompañados por la Mesa Nacional frente a la Minería Metálica y la Coalición de Aliados contra la Minería para reunirse con los representantes de la comunidad Cuevitas, en Chalatenango.
“Unos mil militares hondureños se han visto y otros en Arcatao, están cerrando los puntos de acceso clave entre ambos países”, comenta Teófilo Córdova, trabajador social de la Asociación de Comunidades para el Desarrollo de Chalatenango (CCR), organización miembra de la Mesa frente a la Minería.
Ante la falta de una comunicación oficial por parte de los gobiernos involucrados, sobre la presencia militar hondureña, las especulaciones surgen como nos manifiesta el sacerdote Gilberto Robles, de la Laguna, en Chalatenango.
“Esta militarizada la frontera y han construido un puente, dicen que es en respuesta de Honduras por el asesinato de un pescador hondureño en la isla Conejo, dice la gente”, exclama Robles.
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Doña Mariana López, madre de 10 hijas frente a su casa en la comunidad Las Cuevitas.
Esta información se esparce por las comunidades de Chalatenango rápidamente pero pocos se preguntan si esta presencia militar tendrá algo que ver con la actividad minera que se pretende desarrollar en Honduras.
Pero nadie descarta que cabe la posibilidad que tenga alguna relación, pero la razón de la visita de Córdova y Robles a la comunidad Cuevitas se debe a la alarma y correr la voz de la amenaza de la minería que está latente en Honduras.
“Hemos venido acá para verificar, de 3 cerros amenazados en Cuevitas, frontera con Honduras, el río Sumpul está amenazado también por los lixiviados por la explotación minera en la Aldea del Aguacate de Mercedes Ocotepeque, donde hay mineros explorando el terreno y han comprado hasta un terreno, esto lo sabemos por información de amigos de Honduras”, argumenta Robles.
Ante la amenaza de la minería transfronteriza solo queda una opción aseguran expertos en la materia aseguran expertos. “Tenemos que construir una fuerza social que presione al gobierno salvadoreño para que asuma un rol activo, quiero decirles que hay un criterio desde Cancillería salvadoreña que no deben tensionar las relaciones con los gobiernos vecinos (Honduras y Guatemala), entonces sin que estemos demandando una guerra pero creemos que no hay salida que tensionar las relaciones, porque en el fondo hay una amenaza de violación de derechos fundamentales a la vida, a la salud, al agua y el derecho humano a la información ante la amenaza de la minería”, advierte David Pereira representante del Centro de Investigación sobre Inversión y Comercio (CEICOM), organización miembra de la Mesa frente a la Minería.
Esta violación de falta de información es palpable en la comunidad, la cual comprobamos con solo consultarles a algunos habitantes si estaban enterados de esta amenaza y el resultado fue que ninguno de los encuestados estaba informado, como nos demuestra en sus declaraciones doña Mariana López de 68 años de edad, que vive en el cantón Cuevitas, del municipio de Dulce Nombre de María, en Chalatenango.
“No, no sabía, dicen que no está hecho para la gente, eso es fraude porque esos venenos que riegan para sacar el oro es un gran veneno para las personas”, nos manifiesto sorprendida Mariana.
En Honduras se pretende desarrollar 42 proyectos mineros que tocan las líneas fronterizas con El Salvador, ubicados en los departamentos de Valle y Choluteca, amenazando la vida de los ríos Sumpul, Goascorán y hasta el Golfo de Fonseca.

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